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Observaciones sobre la vida en Mexico y como se sobrevive al Mundo viviendo en él.

miércoles, febrero 15, 2006

Versos y tacos satánicos 

Finalmente lo logré, anteayer pude regodearme en mi crapulencia… ahora sí ya no hubo casillas del PRD de por medio, ahora sí lo había logrado, ante mí miles de caloría me contemplaban, finalmente do tacos de cochinita pibil a siete pesos mexicanos daca uno, fue entonces que el hombre (el taquero) me mostró los condimentos y me dijo:
- Ándele, no pica (cebolla morada con naranja agria), pica (cebolla con naranja agria y chile rojo y desconocido), repica (salsa de ese mismo chile desconocido) y ve al diablo (el mismo chile rojo, pero cortado en rajas finas)…
Mi estupor creció grandemente, sólo me quedé estupefacto, seguramente aquel hombre… ¡es ministro del Diablo! Y pensar que se ve tan normal, y pensar que tanta gente lo quiere lograr matando bebés y cosas por el estilo, o juntándose en orgías, o renegando de Dios, o no sé cuántas cosas locas más… al Diablo lo puede uno invocar comiendo chile rojo y picosísimo…
Como dijo Schopenhauer: ¡Ah Chingá, chingá! ¡Ah chingá, chingawer!
Y ¿qué se necesitará para ver a Dios sin tener que ir a misa?

Él descansa, nosotros quién sabe 

Finalmente descansó, al menos él sí pudo, me refiero a mi vecino, Pepe, el hijo de mis vecinos libaneses, tuvo una vida buena hasta dónde pudo, a pesar de su retraso mental, a pesar de la falta de apoyo de su familia extendida, y sobre todo a pesar del tumor en su cerebro. Atrás quedaron las anécdotas de sus hazañas, como cuando apareció caminando en mitad del Periférico y en sentido contrario, o de sus caminatas de 12 kilómetros o algo así hasta Ciudad Universitaria, finalmente falleció y descansa en paz.
Nosotros no pudimos porque sus hermanas estuvieron viniendo a buscar la firma de mi padre para el certificado de defunción cada hora… hasta que amaneció. El pobre murió a las 2 de la madrugada.

El prietito en el arroz 

Recibí un mensaje a principios de la semana: “el Abelo viene a pasar su cumpleaños y quiere que toda la banda esté con él para festejar”, pasé el mensaje, les avisé a mis familiares, me puse de acuerdo con una amiga para ir con ella hasta Tlalpan y tal vez regresar con ella, arreglé todo en la semana para poder ir, fui, llegamos y nos vimos desfilar como en una vitrina de museo de historia natural (¿o será antinatural?), era como vernos en la vitrina de los dinosaurios (bueno, mejor dicho en la vitrina de los mamíferos prehistéricos) uno a uno fuimos llegando y cuando fuimos como doce o algo así, la fiesta llegó a lo mejor, comimos, bebimos y cantamos, todo fue de maravilla, pero hubo un detalle que me dejó algo triste, fue el ver a Arturo, aquél que era el más joven de nosotros en los viejos días de la Grilla (politiquería estudiantil) del 87, el gordito antipático que sabía como molestar e incomodarlo a uno, el que a veces tomaba pose de intelectual, aquel que se juntó con su novia, estudiante de preparatoria (bachillerato), ahora es un tipo calvo que se ve mayor que la mayor parte de nosotros, su rostro que antes era de alguien seguro y feliz ahora muestra preocupación y angustia, la razón, está divorciándose de su esposa, el proceso ha sido doloroso sobre todo para sus tres hijos y él ha perdido mucho en el mismo. Abel se fue a dormir en la madrugada, y nosotros nos fuimos poco después, pero yo me quedé con la congoja de ver al organizador de la cocina durante la huelga del 87 con la angustia reflejada en el rostro.

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